Serrín en las venas

 Publicado el Por Vargas

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Este 2023 se cumplen 100 años de la fundación de Vargas. Este texto, fruto de un cariñoso encuentro con Antonio Vargas Rioja, le rinde homenaje como principal promotor de VARGAS, continuador de la empresa familiar y promotor, junto a su mujer María, del actual liderazgo nacional en la fabricación de cajas y estuches de madera.

“Los Vargas tenemos serrín en las venas”

Antonio Vargas Rioja, Toñi, tiene 84 años y desde que recuerda está rodeado de madera. Ya de niño solía jugar entre el serrín, las tablas y las planchas de la serrería de su abuelo Ricardo Vargas, el negocio familiar al que se incorporó a comienzos de la década de los 50, con tan solo 14 años, tras un breve paso por el seminario.

La vinculación de su familia con el negocio de la madera se remonta al menos hasta el siglo XIX cuando se labraba el monte para hacer carboneras y extraer leña.

Así nació la serrería de los Vargas, primero ubicada en la localidad riojana de Badarán y trasladada en 1923 a Haro, a la calle Marqués de Francos.

Fue ahí donde Toñi comenzó a aprender el oficio encargándose de la compra de madera, de sacar pozos de serrín, de afilar sierras, de cortar tablas, de lijar… La serrería elaboraba cajas de madera para las famosas bodegas de Haro y también para las conserveras de la zona. en aquella época apenas existían las cajas de cartón y las marcas más renombradas enviaban habitualmente sus vinos en las cajas de madera de 24 botellas de la serrería de Vargas.

Todo se realizaba manualmente, de forma artesanal, y el packaging de madera era una garantía de que los vinos y las conservas llegaran en perfecto estado a su destino final.

“Mucho han cambiado las cosas desde entonces”, comenta no sin cierta nostalgia Toñi. “Entonces solo había una máquina que marcaba todas las cajas con el logo de cada bodega, pero con el mismo sistema y todas se hacían iguales, solo había 3 tipos de botellas… Ahora existen infinitas posibilidades, cada tipo de vino va en un tipo de botella diferente, hay mil formas de marcar y personalizar cada caja”.

Aunque si algo le gusta de verdad a Toñi de cómo se trabaja ahora es “la inquietud por aprovechar los subproductos derivados de la madera y la vuelta al reciclaje”. En Vargas desde hace años se trabaja en un modelo de economía circular, ya que los deshechos de la elaboración de cajas y estuches se convierten en viruta de alto rendimiento para instalaciones de animales o en pellets de madera.

En los años 80, Antonio inicia la aventura de la fabricación de envases y embalajes de madera, un negocio en el que vio un prometedor futuro como “transporte de calidad para productos de alta gama”.

Los comienzos fueron duros. Toñi inició la empresa en una antigua granja junto a su mujer y su hijo Ricardo, sin muchos recursos económicos. Con mucho trabajo y esfuerzo

la estuchería comenzó a crear y necesitar nuevas instalaciones. En julio de 1996 se inauguraron los nuevos talleres en Gimileo, donde hoy se encuentra centralizada toda

 la producción.

Con la incorporación de sus hijos Antonio, Esteban y Ricardo al negocio familiar “llegaron nuevas ideas a la empresa” que fue creciendo y profesionalizándose hasta convertirse hoy en día en la estuchería líder en el sector de madera. “Se empeñaron en instalar máquinas de control numérico, controles por ordenador... y poco a poco mis hijos fueron tomando las riendas de la empresa y me fueron empujando…” comenta con un toque  de ironía.

“Antes lo hacíamos absolutamente todo a mano: enderezar la madera, serrar, clavar las cajas, serigrafiar… Y aunque con la llegada de mis hijos la empresa se ha modernizado, aún hoy muchos trabajaos siguen realizándose de forma manual porque se ha mecanizado lo imprescindible. El toque final lo sigue dando el trabajo a mano”, dice Toñi que asegura, por otro lado, haber inventado algunas máquinas para facilitar mínimamente el trabajo, una pasión que también ha heredado su hijo Esteban.

La estuchería siempre ha sido un taller de artesanos donde el amor por la madera y la naturaleza es algo que se transmite de generación en generación.

“A mí tirar un árbol me duele un montón porque eso hay que vivirlo y saber lo que cuesta que crezca”, cuenta Toñi. “Yo siempre digo que nosotros en vez de sangre tenemos serrín en las venas. Porque es cierto que hay que explotar los bosques, pero no robarles, sino tratar de aprovechar sus recursos al 100% sin tirar ni desperdiciar nada”. Este sentido de la responsabilidad ambiental ha calado hondo en la cuarta generación de la familia que inició en 2008 la producción de estuches de madera ecológica con sello PEFC, que garantiza su origen en bosques explotados de forma sostenible.

A Toñi, activo hasta hace pocos años, le encanta seguir yendo al taller y regañar a sus hijos cuando algo no le gusta, aunque tiene claro son ellos ahora quiénes llevan las riendas del negocio: Antonio en la gerencia, Ricardo responsable de producción y Esteban responsable de mantenimiento y calidad. Una familia unida que ha llegado hasta aquí, reconoce Toñi emocionado, gracias a Mari, su mujer. “Ella es la jefa en realidad y la otra mitad del equipo tanto en el terreno familiar como en la empresa. Llevamos más de 60 años casados”.

Con la reducción de sus responsabilidades y su ritmo de trabajo constante en el taller, este luchador infatigable dedica su tiempo libre a su otra pasión, la música coral, donde ha sido integrante del Orfeón Logroñés y dirige el coro de la Asociación de Jubilados y Pensionistas de Haro. También le gusta cuidar de los animales que tiene en la finca contigua a la estuchería: gallinas, ocas, patos… además de un poni y el burro Torrente, la diversión de numerosos nietos.

Una abundante descendencia que Toñi espera que continúe en el futuro con la tradición familiar.

Más información en www.vargas.es


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