Romanticismo y belleza real
Publicado el Por Pedro Ballesteros MW

Tengo la impresión que el mundo del vino vive un período histórico que llamo romanticismo. Lo que manda son las expresiones pasionales sobre el vino, la búsqueda de orígenes ignotos y de paisajes recónditos, la recuperación de variedades perdidas, la nostalgia del pasado idealizado, la adoración por lo natural, el rechazo a la intervención humana.
Hace unos meses estalló una diatriba entre un buen productor y un reputado periodista porque este último calificó uno de los vinos del primero como ‘vino tecnológico’. El productor se sintió ofendido por tal calificación, que todos asumimos como peyorativa. Eso solo puede suceder en un mundo romántico. En muchos otros mundos ser tecnológico es ser moderno y capaz.
La tecnología, la industria, la empresa, la eficiencia, el control, los nuevos materiales y tantos otros términos y conceptos que en la mayoría de sectores presentarían una connotación positiva se convierten en inconvenientes en el mundo romántico del vino. Lo que se salga del paraíso de Rousseau del bendito salvaje y su querida naturaleza no es de recibo entre nuestros consumidores más aventajados, los que fijan tendencias.
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