D.O.P. Ribera del Guadiana. Redescubriendo unos vinos de excepción
Publicado el Por Luis Comino

Cuna de Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa o Pedro de Valdivia, algunos de los conquistadores más célebres del Nuevo Mundo, la Comunidad Autónoma de Extremadura continúa siendo, en el plano vitivinícola, un reflejo muy fiel de lo que fue su esplendoroso pasado ofreciendo en la actualidad unos magníficos vinos que están, nunca mejor dicho, conquistando tanto los paladares de los catadores más reputados, como los de los consumidores más entendidos.
La D.O.P. Ribera del Guadiana, cuyo Reglamento fue aprobado el 17 de marzo de 1997 y ratificado el 16 de abril de 1999, comprende seis subzonas, diseminadas por las dos provincias que integran esta Comunidad Autónoma, denominadas Cañamero y Montánchez, en Cáceres; y Tierra de Barros, la cual concentra el 80% de las viñas, Matanegra, Ribera Baja y Ribera Alta, en Badajoz.
Un hecho diferenciador es que todas ellas están amparadas por esta D.O. no siguiendo un estricto criterio homogeneizador, sino más bien al contrario, pues para agruparlas se les exigió que sus elementos naturales permitieran lograr el máximo nivel de calidad en todos sus productos. De este modo, si bien las seis subzonas mantienen sus aspectos distintivos, todas se hallan interconectadas por sus elementos vitícolas comunes, como la forma de cultivo; enológicos, como las modalidades de elaboración o de crianza; físicos, como el origen geológico del suelo o el clima; sociales, como su cultura y tradiciones; o bien por razones de la nomenclatura del producto en el mercado.
En las aproximadamente 33.000 hectáreas de viñedo que engloba la D.O.P. Ribera del Guadiana, la única presente en tierras extremeñas y que toma su nombre del río homónimo que discurre de Este a Oeste por ella, se dan cita las variedades blancas Pardina, Viura o Macabeo, Cayetana Blanca, Eva o Beba de los Santos, Chardonnay, Alarije, Borba, Chelva o Montúa, Malvar, Parellada, Pedro Ximénez, Verdejo, Cigüente, Moscatel de Alejandría, Moscatel de Grano Menudo, Perruno y Sauvignon Blanc; y las tintas Garnacha Tintorera y Tinta; Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Bobal, Graciano, Mazuela, Merlot, Monastrell, Jaén Tinto, Pinot Noir y Syrah.
Con este surtido de uvas se forjan unos vinos redondos, estructurados, de gran expresividad, óptimo equilibrio y espléndidas cualidades organolépticas, que resultan idóneos para ser maridados con las sabrosas y enjundiosas especialidades locales, un compendio de recetas contundentes realizadas como antaño, con paciencia, mimo y esmero, alejadas de la esclavitud marcada por las actuales dietas y modas, que permitirán a los enoturistas tocar el cielo culinario mientras degustan platos tan suculentos y apetitosos como las migas, el gazpacho extremeño, la sopa de cachuela, el sopicaldo, las pringadas, el “cojondongo”, el “zorongollo”, las “jilimojas”, la caldereta de cerdo, ternera o cordero aromatizada, como otras exquisiteces autóctonas, con el pimentón de la Vera; las criadillas de tierra o trufa a la extremeña; el secreto y la presa ibéricos; el chuletón de ternera retinta braseado sobre sarmientos, a la plancha o a la piedra; los rabos de cordero asados, el frite de cordero o cabrito, el cabrito cuchifrito, la “cardincha” de paleta de borrego, la “chirrichofla”, la morcilla lustre, las chacinas de cerdo ibérico, los quesos Ibores, de la Serena y la Torta del Casar; los sublimes jamones de la D.O. Dehesa de Extremadura y un largo etcétera que incluye también, para sorpresa de propios y extraños, la universalmente conocida tortilla de patatas la cual, según cronistas bien documentados, fue creada por los franciscanos del Monasterio de Guadalupe. Y para los postres nada que mejor que saborear dulces tan deliciosos como las perrunillas, los buñuelos de viento, los pestiños, los hornazos, los mantecados, las floretas, los bollos de chicharrones, los repápalos…
Almendralejo y otros enodestinos sugerentes
Además de por su consabido amor por la buena mesa, siempre copiosamente regada por los vinos locales, los enoturistas suelen ser personas cultas e inquietas ávidas por descubrir y admirar de primera mano el patrimonio histórico de cada D.O. que visitan. Ejemplo inequívoco de esto lo constituiría Almendralejo, capital de la Tierra de Barros y sede del Consejo Regulador, el cual se encuentra, junto con la Estación Enológica, en una edificación neoclásica de 1915. Auténtico centro neurálgico, no solo de esta D.O., sino también de todo el vino de Extremadura, Almendralejo fue declarada Ciudad Internacional del Vino en 1987 y Ciudad Antigua del Vino en 1992, siendo varias las bodegas que permiten recorrer sus instalaciones y probar sus vinos.
Lugar de nacimiento del ilustre escritor y poeta romántico José de Espronceda, otros tesoros almendralejenses son el Museo de las Ciencias del Vino o el cercano Museo Enológico, integrado por una extensa colección particular que incluye infinidad de objetos relacionados con la producción, cata, embotellamiento y distribución de sus vinos. A modo de curiosidad constatar que Almendralejo es el único municipio extremeño autorizado a amparar sus espumosos, efectuados con el método tradicional o champenoise, bajo la D.O. Cava.
Entre las numerosas y pintorescas poblaciones que jalonan la Ribera del Guadiana, todas ellas agraciadas por un relevante y riquísimo legado artístico-monumental, encontramos destinos de la talla de Mérida, cuyo Conjunto Arqueológico fue declarado en 1993 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco; Trujillo, Villafranca de los Barros, Don Benito o Zafra.
Una Ruta del Vino muy dinámica
Constituida por 17 municipios de Badajoz, la Ruta del Vino Ribera del Guadiana permite a los enoturistas pasear por unos territorios vinculados a la viticultura desde tiempos inmemoriales, ofreciéndoles la oportunidad de conocer mejor Extremadura a través de su historia, gastronomía, naturaleza, fiestas, folclore y tradiciones. Todo esto se concreta en una oferta enoturística, quizá la mejor de Extremadura, capaz de transportar a los amantes del vino por un apasionante universo repleto de bodegas, alojamientos, restaurantes, bares, tascas, tiendas especializadas y otros establecimientos estrechamente ligados a la viticultura que les irán descubriendo un heterogéneo abanico de actividades culturales y lúdicas entre las que distinguimos sobrevolar en globo los viñedos, ver las labores de poda o de recogida de la uva mientras se aprende el proceso de elaboración del vino, presenciar un concierto en una sala de barricas, asistir a una exhibición artística en una bodega con solera, hacer cursos de cata, disfrutar de exclusivos tratamientos de vinoterapia…
En definitiva, gracias a la perseverancia, cuidadoso trabajo y saber hacer de sus bodegueros y viticultores, la D.O.P. Ribera del Guadiana puede presumir de ofrecer a sus clientes unos vinos de elevadísima calidad, dotados de caleidoscópicos matices sensitivos sabiamente ensamblados por una personalidad única común, aspecto que los hace realmente singulares.
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